¿Por qué enferma el hombre? ¿Por qué sana? ¿Por qué
siempre hay alguien dispuesto a ayudar? Dar respuesta a estas sencillas
preguntas requiere adentrarse en lo más profundo de nuestra naturaleza.
El hombre es
consciente de que enferma, y en este conocimiento dibuja un horizonte de salud, accesible quizá a través del proceso de la sanación. Interpreta su situación en el mundo y
pone todos los recursos a su alcance para conseguir mitigar el dolor y el
sufrimiento. A su lado, otro hombre le presta ayuda. El enfermar, el sanar y el
colaborar en la recuperación de la salud o mitigación de los muy variados sufrimientos posibles –mediante técnicas médicas y su arte–, son los tres ejes que se evalúan en
este ensayo. Ello se hace teniendo en cuenta que la enfermedad no existe, que
sólo existen enfermos, y que su cura se realiza siempre sobre seres humanos
modificados por la cultura sin que exista en ellos una naturaleza intrínseca e
inmutable. Es así como caben diversas medicinas y técnicas de sanación que, al
fin, dibujan un horizonte para este nuevo siglo donde el conocimiento médico
actúa como sistema cultural en el límite de la experiencia humana y deja al
descubierto implicaciones políticas, la urgencia de que el paciente sea su propio médico y la necesaria
expansión de la humanización también en y a través del acto médico.
En este
estudio se viaja a través de varias narraciones o
historias, porque no existen medicinas que se puedan alejar del narrar —ese continum en el que nos encontramos
inmersos—. Tampoco puede prescindir la medicina de un horizonte que, aunque siempre
elusivo, la llama sin cesar a explorar sus límites, parejos a los de la humanidad.
Siguiendo a Platón, sólo un conocimiento total
del hombre puede ayudar a sanarlo.
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