miércoles, 19 de abril de 2023

15 años después


Han pasado quince años desde que tomó cuerpo esta reflexión que quedó plasmada en Enfermar y Sanar y que se hizo pública en el 2015. Los ejes principales giraron alrededor de la homeoalostasis, de las distintas formas de entender la enfermedad, del impacto de la teoría de la complejidad, de la naturaleza sanadora –es decir, del porqué sanamos–, del trasfondo social y sobre todo cultural. Finalicé el proceso reflexivo con la estimación de una posible physis de la salud que, deducida desde la teoría de caos y complejidad, consistiría en la combinación del equilibrio homeostático junto al impulso evolutivo hacia estructuras más complejas. Todo ello bajo la mirada del médico, del sanador, una mirada ajustada, inevitablemente, a las condiciones culturales de las que parte. En última instancia, éstas serán las que definirán el marco en donde quedarán encuadradas las enfermedades, así como las actuaciones médicas aplicables. Independientemente de todo ello, la naturaleza ejerce su fuerza para reestablecer el equilibrio perdido, no sin un alto coste energético. La palabra de Hipócrates conforme el médico solo es un ayudante de la naturaleza no se debe olvidar.

            Nos encontramos ahora frente a un triple impacto: en primer lugar, el de las nuevas tecnologías (NBIC: nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información y técnicas cognoscitivas), en segundo lugar el de la nueva dimensión de los datos y relacionado con este la implosión de la Inteligencia Artificial (IA). Las NBIC han abierto inmensas posibilidades, algunas nunca imaginables, entre las que se incluye el mejoramiento de la especie humana que es tanto como decir, quizá, la creación de una nueva especie del grupo humano. Por su parte, los mega-datos aportan información dominante para el control tanto de las constantes vitales como de las conductas sociales. Con ello se aumenta la capacidad de corrección precoz de las desviaciones fisiológicas, pero también, en el ámbito social, facilitan el control de la misma sociedad por parte de los controladores, es decir, del poder. ¿Debe la medicina participar en estas líneas evolutivas como elemento imprescindible para la consecución de estos fines? ¿Es el mejoramiento humano un fin de la medicina? ¿Es el control biotecnológico el medio ideal para mejorar la salud global de la población?

Ahora mismo es prematuro tener una idea exacta de lo que significará la IA para la medicina, pero lo que es seguro que sus implicaciones éticas obligarán a un ejercicio acelerado de valoración y actualización.

 

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